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Entrevista a Pablo D’Amico en Revista Bok & Bibliotek (Noruega) sobre situación de bibliotecas en la Argentina

Les compartimos la traducción al español de la entrevista que le hicieron a Pablo D’Amico en Bok & bibliotek (2 • 2025 issn 0006-5811) sobre la situación de las Bibliotecas y las y los bibliotecarios de la República Argentina.

Es como una muerte lenta

El sector público en Argentina ha sufrido recortes masivos desde que el Presidente Javier Milei llegó al poder. Al igual que en Hungría y Estados Unidos, el gobierno está adoptando una línea dura contra las minorías y los libros que desaprueba. En medio de esta situación, las bibliotecas del país se ven profundamente afectadas por los despidos y la incertidumbre. En un clásico café del centro de Buenos Aires, conocemos a un empleado de biblioteca angustiado pero decidido. No quiere hablar públicamente con su nombre ni su foto, pero está dispuesto a compartir su experiencia de trabajo en una biblioteca en la Argentina de hoy. “Por primera vez en décadas como empleado público, tengo miedo de decir lo que pienso. Nunca había vivido algo así”, afirma. A su alrededor, los empleados temporales han recibido correos electrónicos en los que se les informa de que sus contratos no serán renovados. Los proyectos deben detenerse; tiene la sensación de que todo su trabajo ha saltado por los aires. A menudo duerme mal por las noches. “Estoy muy nerviosa y lo siento en el cuerpo como nunca”. ¿Qué está pasando realmente en Argentina?

Las elecciones de la motosierra

Esta primavera hemos sido testigos de los grandes intentos de Donald Trump por desmantelar las instituciones estadounidenses, incluido el sector de las bibliotecas. Viajando hacia el sur del continente americano, encontramos a alguien que le inspiró: El presidente argentino Javier Milei. La motosierra con la que Elon Musk fue fotografiado a principios de este año fue en realidad un regalo de Milei. Durante su campaña electoral de 2023, el excéntrico economista blandió una motosierra para mostrar cómo recortaría el sector público. No cabe duda de que ha cumplido su promesa de aplicar un plan de austeridad radical para equilibrar el presupuesto del Estado y frenar la inflación galopante. Milei ha eliminado cerca de la mitad de los ministerios, ya sea cerrándolos por completo o fusionándolos con otros. Las inversiones estatales se han recortado drásticamente, al igual que los fondos para educación, sanidad e investigación. Los salarios públicos y las pensiones no se ajustan al alza de los precios, y entre noviembre de 2023 y febrero de 2024, el número de empleados públicos se redujo en más de 45.500 personas. La mayoría de los argentinos simplemente eligió a un presidente que desprecia al Estado que debe gobernar. Como él mismo ha dicho: “Mi desprecio por el Estado es infinito”. El sector público está convulsionado. Las bibliotecas, por supuesto, no son una excepción.

Situación precaria

“Se trata de apagar incendios. En eso estamos ahora”, dice Pablo Bruno D’Amico. Nos reunimos en su lugar de trabajo, una biblioteca privada en la famosa Avenida Corrientes. Las librerías se alinean a lo largo de la calle y el aire huele a tinta y gases de escape. D’Amico es secretario de organización de la Asociación de Bibliotecarios Graduados de la República Argentina (ABGRA), que representa a los bibliotecarios del país. Describe los brutales procesos de reducción de personal y la sensación de incertidumbre que reina entre sus miembros. El año pasado, ABGRA lanzó la campaña “No al cierre de las bibliotecas”. “Es un desfinanciamiento gradual por parte de las autoridades. No cierran oficialmente las bibliotecas; es más bien una muerte lenta”, dice D’Amico. “Además de no renovar los contratos, es habitual que no se sustituya a los jubilados. Al final, la biblioteca se queda sin personal y tiene que cerrar”. El año pasado, recibía llamadas de bibliotecarios angustiados varias veces por semana. Ahora está un poco más tranquilo, pero D’Amico teme que sea la calma que precede a otra tormenta. “Tenemos elecciones nacionales en octubre, por lo que el Gobierno ha suavizado un poco las medidas de austeridad. Mi teoría personal es que, tarde o temprano, veremos otra ronda de despidos”, dice D’Amico. La asociación de bibliotecarios argentinos pretende fortalecer las bibliotecas y el estatus de la profesión. “Pero para fortalecerse, primero hay que sobrevivir”.

Recortes en la Biblioteca Nacional

En la Biblioteca Nacional de Argentina en Buenos Aires, Biblioteca Nacional Mariano Moreno, 121 de los aproximadamente 900 empleados fueron despedidos en la primavera de 2024. Uno de ellos fue Lautaro Ortiz, que nos recibe en su despacho del centro de Buenos Aires. Rodeado de libros, mira con preocupación el futuro de las bibliotecas del país bajo el actual Gobierno. “Las autoridades no quieren que la biblioteca sea una potencia cultural. Para ellos, la biblioteca es sólo un lugar donde guardar libros”. Ortiz ha trabajado durante más de 20 años como comentarista cultural para el periódico de izquierda Página 12. Desde 2020, también trabajó en la biblioteca nacional. Tener dos trabajos es cada vez más común en un país donde los salarios no siguen el ritmo de la inflación. Describe los meses previos a los despidos como marcados por la incertidumbre y el mal ambiente laboral. Los empleados sabían que sus puestos corrían peligro, pero no cuántos ni cuándo. “Siempre decían que éramos demasiados, pero no es cierto. Nunca éramos suficientes para realizar todas las tareas; siempre había trabajo atrasado”, dice Ortiz. Su contrato finalizaba el 1 de abril de 2024. El correo electrónico formal en el que se le notificaba su rescisión llegó a las 21.30 horas del miércoles de Semana Santa. “Esa fue la única comunicación que recibí al respecto”, dice Ortiz. Un empleado actual de la biblioteca nacional, que desea permanecer en el anonimato, cuenta a Bok & bibliotek que es duro ir a trabajar. “Los procesos de despido fueron horribles. La gente está muy asustada”, dice la persona. “Los que quedamos nos sentimos como supervivientes. Y tenemos miedo de hablar”.

“La mejor receta es trabajar”

Desde fuera, la biblioteca nacional parece un ovni. Dentro, la directora Susana Soto nos recibe en su amplio despacho con vistas panorámicas de Buenos Aires. Soto fue nombrada para un mandato de tres años tras la llegada de Milei a la presidencia. Cree que el trabajo de la biblioteca no se ha visto afectado significativamente por los despidos y dice que el presupuesto es el mismo que antes. “¿Por qué ha tenido que despedir a toda esa gente si el presupuesto no ha variado?”. “Porque fue una orden. No tenía nada que ver con el presupuesto. Fue una decisión tomada por el gobierno. No era opcional”. Entiende que la gente tenga miedo de perder su trabajo. “Actualmente hay una gran reorganización del sector público. Se está reduciendo el tamaño de la administración estatal. Así que la gente está preocupada por sus puestos de trabajo. Es inevitable”. Pero Soto no está de acuerdo con la organización de bibliotecarios ABGRA en que las bibliotecas estén en peligro. “Las bibliotecas no están cerrando. No por el momento. El Gobierno está intentando conseguir más recursos, y hay interés a nivel provincial y local por invertir más en las bibliotecas. Pero todo ello en un contexto económico difícil”. Cuando se le pregunta cómo fomenta un buen ambiente de trabajo en estos tiempos, responde: “Me centro en trabajar y en asegurarme de que todo el mundo se centre en trabajar. Esa es la mejor receta. Trabajar. ¿Qué otra cosa se puede hacer? Puedes presentarte cada día y trabajar. O puedes presentarte todos los días y llorar por lo que va a pasar, preocuparte y ponerte enfermo. No. La mejor receta es trabajar, seguir adelante. Porque si dejamos de trabajar, si dejamos de mostrar nuestro valor, entonces justificamos los despidos”.

La biblioteca democrática

Bok & bibliotek informa de que ha hablado con varias personas preocupadas por el futuro de las bibliotecas.
“Algunos pueden pensar que las bibliotecas ya no son necesarias, mientras que otros creen lo contrario. Si se cree que las bibliotecas son útiles para la sociedad, hay que demostrar su valor. Lo que podemos hacer y cómo podemos ayudar a la gente. Trabajamos estrechamente con las escuelas e intentamos colaborar con los investigadores”, dice Soto. “La misión de esta biblioteca, como la de todas las bibliotecas nacionales, es preservar y hacer accesible la cultura. Así que el objetivo principal es la preservación”. Tiene claro que las bibliotecas son fundamentales para la democracia. “No se puede esperar un país verdaderamente democrático sin bibliotecas. Las bibliotecas son una consecuencia de la democracia. Por eso es tan importante mantener las bibliotecas gratuitas, abiertas a todo el mundo. No importa si eres rico o pobre, si tienes estudios o no. No importa si votas a la derecha o a la izquierda, ni tu orientación sexual. La biblioteca debe ser accesible para todos”.

Campaña de petición

No desea compartir su propia postura política y dice que espera lo mismo de su personal.
“Prefiero que mantengan sus opiniones políticas fuera de la biblioteca”, dice Soto. “Si expresas muy claramente tus opiniones, puedes alejar a la gente que piensa de forma diferente. Así que la biblioteca no es el lugar para expresar todo lo que piensas”. La Biblioteca Nacional es la institución cultural más antigua de Argentina. Antes de los despidos del año pasado, unos 17.000 académicos y personalidades de la cultura firmaron una carta abierta en la que expresaban su gran preocupación por la memoria del país. “Creían que la cultura estaba en peligro, pero yo no lo creo. Porque seguimos teniendo personal y recursos suficientes para gestionar nuestras actividades diarias. Podemos organizar nuevas exposiciones, hemos abierto una librería y estamos trabajando en un gran proyecto de digitalización”, dice Soto. “Hasta ahora, no creo que haya riesgo de perder nada”.

Ataque del Vicepresidente

Una de las firmantes de la carta es la autora argentina Dolores Reyes, que en 2019 debutó de forma impactante con Cometierra. Ella toma un tiempo para hablar con Bok & bibliotek tras dirigir un taller de escritura en el centro cultural Paseo La Plaza. A Reyes también le preocupan los recortes y la reducción de las bibliotecas del país. “Hoy en día, los libros en Argentina son desgraciadamente muy caros. Por eso la biblioteca es un salvavidas. Además, hoy en día las bibliotecas son espacios donde se comparte el conocimiento y se imparten talleres y conferencias”, dice Reyes. También ha sufrido la presión de las autoridades. En noviembre del año pasado, la vicepresidenta Victoria Villarruel tuiteó que Cometierra era inmoral y debía ser retirado de escuelas y bibliotecas. El tema principal del libro es el feminicidio y las desapariciones, un problema social generalizado en Argentina y el resto de América Latina. Pero Villarruel reaccionó contra cuatro páginas en las que se muestra actividad sexual consentida. PEN Internacional describió el ataque contra el libro como “un paso peligroso hacia la censura y la prohibición de libros basada únicamente en las preferencias de quienes detentan el poder.”

Amenazas digitales

Reyes ya había empezado a recibir mensajes de odio en las redes sociales, pero tras el tuit de Villarruel, el abuso digital se intensificó. “En un momento tuve mucho miedo. Los trolls amenazaron con hacerme daño a mí y a mis hijos y con quemar mi libro”, dice Reyes. Al cabo de unas semanas, más de cien autores contraatacaron organizando una lectura pública de Cometierra y otros tres libros condenados por Villarruel. El libro sigue siendo un éxito de ventas en Argentina. Pero Reyes teme que algunas escuelas y bibliotecas decidan retirar Cometierra de sus estanterías siguiendo las señales de las autoridades. Al mismo tiempo, el panorama no es blanco o negro. Reyes sigue siendo una conferenciante muy solicitada en bibliotecas, incluida la nacional. En Instagram, suele compartir fotos de escuelas donde su libro se utiliza en la enseñanza. “Viajo para visitarlos siempre que tengo tiempo”, dice Reyes.

Contrarrestar la polarización

En el barrio de Núñez, al norte de Buenos Aires, la pared de una casa está pintada con un fondo azul claro, árboles y libros que caen del cielo. Dentro de la vieja casa hay estanterías y estanterías de libros, una sala de reunión y un patio en el jardín trasero. Estamos visitando la Biblioteca Popular Cornelio Saavedra, una de las 1.500 bibliotecas populares que hay en Argentina. Se trata de un tipo único de biblioteca pública no gestionada por el Estado, sino por asociaciones comunitarias. “Por supuesto que sentimos la situación económica del país”, dice el profesor de economía Jorge Marchini, uno de los apasionados voluntarios que mantienen viva la biblioteca. Sin embargo, esta biblioteca no se encuentra entre las peor paradas, ya que sólo presupuesta entre un 10 y un 15% de ayudas públicas. La entrada es gratuita, pero el préstamo de libros exige una cuota mensual de unos cuatro dólares. “El hecho de no depender tanto del Estado también nos brinda otras oportunidades”, señala Marchini.

Situación incierta

Aunque estas Bibliotecas Populares son de gestión privada, la comisión estatal Conabip se encarga de promoverlas y fortalecerlas. “Pero esto se ha cumplido de manera limitada y muy inconsistente, en consonancia con las enormes crisis y cambios políticos y económicos que ha experimentado este país”, dice Marchini. La Conabip también se enfrenta a un destino incierto. El año pasado, el presidente Javier Milei impulsó un amplio paquete legislativo, la llamada ley ómnibus, que le otorgaba poderes para desregular el Estado. En el primer borrador de la ley, el gobierno proponía dejar a la Conabip prácticamente sin personal ni financiación estatal. Estos recortes no se aplicaron tras fuertes protestas en todo el país, entre ellas las de la Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas (IFLA). “Pero la situación de las bibliotecas ha empeorado significativamente en comparación con años anteriores”, afirma Manuel Cullen, representante sindical de la Conabip. Eso dice mucho, teniendo en cuenta que las cosas estaban lejos de ser ideales antes de que Milei llegara al poder. Con el presidente derechista Mauricio Macri también hubo recortes polémicos y suprimió el programa estatal de adquisición de libros gestionado por la Conabip. Antes de esto, cada biblioteca recibía unos 100 libros al año de la Conabip. “Los gobiernos anteriores también podrían haber mejorado los servicios, aumentado la financiación y garantizado el trabajo de profesionales en las bibliotecas. Pero no lo hicieron”, dice Pablo Bruno D’Amico, de ABGRA.

Promover la inclusión

La asociación de vecinos que gestiona la Biblioteca Popular Cornelio Saavedra fue fundada principalmente por inmigrantes en 1918. Desde entonces, la biblioteca ha desempeñado un papel importante en la cohesión local. “Una gran parte de la identidad argentina, y especialmente de la identidad de nuestro barrio, de la que estamos orgullosos, ha sido siempre la integración de diferentes culturas”, dice Jorge Marchini.
Y añade: “En un mundo cada vez más digital, creemos que la tarea más importante de la biblioteca es ser un lugar sin exclusión, un espacio diverso y no discriminatorio donde la gente pueda conocerse en persona. La gente necesita conocerse cara a cara, no sólo virtualmente”. Por eso la biblioteca organiza diversas actividades, como cursos, debates y conferencias. Según Marchini, esto ayuda a reforzar valores como la participación y la democracia, y contrarresta el odio y la polarización en la sociedad. Sin embargo, el Presidente del país no es un modelo a seguir en este sentido. Javier Milei rara vez se contiene en su lenguaje y se ha referido a los oponentes políticos como “cucarachas”. En el Foro Económico Mundial de Davos de este año, Milei aprovechó su discurso para arremeter contra el “wokismo”, lo que llamó la “agenda LGBT” y la “ideología de género”. “En sus formas más extremas, la ideología de género es un abuso directo de los niños. Son pedófilos”, dijo Milei. La semana siguiente, millones de argentinos salieron a la calle en lo que se conoció como marchas del orgullo antifascista y antirracista, organizadas por las organizaciones LGBTI+ del país. La organización de bibliotecarios ABGRA también participó, distribuyendo libros. “Queríamos unirnos a este movimiento popular a nuestra manera bibliotecaria. También nos dio la oportunidad de conocer a gente que quizá ni siquiera sabía que existíamos”, dice Pablo Bruno D’Amico.”

Ataques psicológicos

A principios de este año, las escuelas de Buenos Aires recibieron una directiva del gobierno de la ciudad en la que se ordenaba a los profesores no tratar temas como la política y las cuestiones LGBTI+ con los alumnos. La medida fue revocada después de varias protestas. Aun así, la señal de las autoridades fue clara, como en el caso del libro de Dolores Reyes. “Son ataques psicológicos. Pero nos mantenemos firmes”, afirma D’Amico. En la Biblioteca Popular Cornelio Saavedra, la voluntaria Silvia Gojman nos lleva a la sala de libros infantiles. Aquí se organizan sesiones de lectura para los niños del barrio, y las paredes están decoradas con las reseñas de los propios niños. Gojman saca el libro Rey y Rey, sobre un príncipe que se casa con otro príncipe. Subraya que la labor de la biblioteca es llenar el espacio que, según teme, se está reduciendo en las escuelas. “Muchas escuelas ni siquiera tienen bibliotecas escolares. Es muy importante que nuestra biblioteca ofrezca libros que cuenten historias sobre el amor entre personas del mismo sexo y la diversidad”, afirma Gojman. La biblioteca ha sobrevivido a dictaduras y crisis económicas. “En tiempos difíciles, la cultura es aún más importante. Estas instituciones ayudan a dar esperanza en un futuro mejor. Se trata, en definitiva, de creer en la vida”, afirma Jorge Marchini.

Negarse a rendirse

Ese mismo orgullo se encuentra en la trabajadora anónima de una biblioteca pública que conocimos al principio de este reportaje. “A mis compañeros y a mí nos apasiona nuestro trabajo. Sentimos que representamos a nuestro país, y queremos hacerlo de la mejor manera posible”, afirma. En su lugar de trabajo también gestionan un archivo. Como han recortado el presupuesto para comprar periódicos con artículos relevantes, lo paga de su bolsillo. “No quiero que las generaciones futuras pierdan el acceso a la información por culpa de la destrucción que está ocurriendo ahora”. Aprieta los dientes cuando Milei se refiere a los empleados públicos como ñoquis, un término que se utiliza para las personas que reciben un sueldo pero que en realidad no trabajan. “La palabra ‘rendirse’ no existe en mi vocabulario. Nunca me rendiré”.

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